“Emilia… la escalera… la calle… el 911… la histerectomía de María…”
Todo se unió en un solo hilo en la cabeza de Dylan Ramos y se le cortaron las piernas; cayó al suelo con un dolor que parecía partirlo en dos.
“¡Fui yo!”
“Fui yo quien nos arrebató a nuestro único bebé.”
—¡Dylan! ¿Qué te pasa? —Emilia salió del consultorio y lo encontró desplomado. Se apresuró a ayudarlo, pero él le apartó la mano de un manotazo.
—No me toques —dijo con voz helada.
Emilia se quedó inmóvil, sin entender.
—Solo quería ayudarte a levantarte… ¿qué tienes? —preguntó, mordiéndose el labio. Luego, una chispa de triunfo le cruzó la mirada. Aunque ahora él la mirara de otra manera a María, ¿y qué? María ya no tenía nada que ver con él. Y, además, ella llevaba un bebé en el vientre.
Dylan se incorporó despacio. Vio el estudio clínico en la mano de Emilia.
—¿Qué dijo el médico?
—Que todavía es muy pronto, que no se ve nada. Todo bien —rió, tratando de aligerar—. Vámonos a casa —y se colgó de su brazo.
Dieron dos