Mario probablemente venía directamente de la oficina.
Llevaba un traje de tres piezas al estilo británico que le sentaba excepcionalmente bien, irradiando el encanto de un hombre exitoso y joven, con un aire de sofisticación en su mirada. Varias jóvenes lo miraban de reojo, claramente cautivadas.
Mario, acostumbrado a tales miradas, se acercó a Ana y, alzando la vista hacia el enorme póster del cine, le preguntó: —¿Quieres ver esta película?
Ana apretó discretamente la entrada de cine en su mano.
Con una sonrisa, negó: —Solo vine a comprar un refresco.
Mario pareció reflexionar un momento.
Tras observarla en silencio, finalmente le compró un refresco, comentando casualmente mientras pagaba: —Antes no te gustaba esto.
—La gente cambia— respondió Ana con una sonrisa.
Mario le extendió el refresco y sugirió con una sonrisa: —¿Qué tal si vemos la película juntos?
Era la primera vez que Mario le proponía una cita. En el pasado, Ana probablemente habría estado encantada, incapaz de dor