Tomó a Dulcinea en brazos y la llevó a la ambulancia.
Mario, que había estudiado medicina, le dio primeros auxilios hasta que sus signos vitales se estabilizaron un poco. Luego llamó al departamento de archivos del Hospital Lewis y preguntó:
—¿Pueden revisar el expediente de Dulcinea Fernández?
Dos minutos después…
La persona del archivo respondió con sorpresa:
—Señor Lewis, la señora Fernández tiene cáncer de hígado en etapa terminal.
El teléfono cayó de las manos de Mario.
Después de un momento, recobró la compostura y llamó a Gloria, su voz apenas audible:
—Averigua el paradero de Alberto Romero. No importa dónde esté, aunque esté en el fin del mundo, tráelo de vuelta… Si llegamos a tiempo, podría hacerle un trasplante a Dulcinea. Si no, al menos que se despidan.
Gloria, sorprendida, comprendió que Dulcinea estaba gravemente enferma.
Mario llevó a Dulcinea al Hospital Lewis.
Ana llegó primero.
Corría junto a la camilla, preguntándole a Clara:
—¿Has podido contactar a mi hermano?
Cla