Mario regresó a la villa.
Carmen aún no había cenado con los niños; Emma estaba sentada diligentemente bajo la cálida luz de la lámpara, completando sus deberes escolares, mientras Enrique construía torres con bloques y Carmen los acompañaba con una sonrisa serena.
En el umbral, resonaron pasos que anunciaban la llegada de Mario.
Esta vez, no se detuvo para cambiarse los zapatos como de costumbre; en cambio, se acercó directamente, alzó a Enrique en sus brazos y lo sostuvo con ternura antes de dirigirse hacia donde estaba Emma.
—Vamos a revisar tu tarea, mi pequeña —dijo con su voz suave y reconfortante.
Carmen no pudo evitar comentar:
—Siempre tan aplicada. Justo ahora estaba practicando un poco de violín.
Emma alzó tímidamente la mirada, con una sonrisa juguetona.
Mario le acarició el cabello con ternura y añadió con gentileza:
—Primero cenemos, luego podrás continuar con tus tareas.
Mientras hablaba, las sirvientas ya habían comenzado a servir la cena.
Originalmente, hoy era el cump