Ella observó a Carmen a través del espejo retrovisor y le ofreció una sonrisa tenue.
Un cuarto de hora después, el auto se adentró lentamente en el acceso privado de una zona residencial. Casi al llegar a la entrada de la villa, divisaron a lo lejos un Land Rover negro estacionado, junto al cual se encontraba un hombre alto.
Ana reconoció de inmediato que era Alberto y aunque no dijo nada, su rostro se suavizó ligeramente.
Carmen no pudo reprimirse:
—¡Aún tiene el descaro de aparecer! Nos ha causado tanto dolor, ¿qué busca estando siempre por aquí?
Ana había guardado silencio hasta ese momento, pero reflexionando un instante, decidió abrirse:
—Hace un año, mi hermano se casó con la hermana de Alberto, Dulcinea Romero, que solo tiene 21 años.
Carmen quedó estupefacta y, tras un breve silencio, replicó:
—¿Cómo es posible? ¡Hemos estado todo el año en Ciudad BA y él ha organizado todo esto sin dejar rastro ni pista alguna! ¿Será que Alberto nos está manipulando?
Ana sonrió con amargura: