Aunque habían transcurrido varios años, ¿cómo podría María olvidar a ese hijo que una vez llevó en su vientre? ¿Cómo podría olvidar la tragedia de su pérdida? ¡Qué irónico resultaba ahora que Pablo y Camila tuvieran un hijo!
Ana observó a la pareja desde la entrada; se acercó a María y le tomó la mano con suavidad, ofreciéndole un consuelo silencioso. En ese momento, Camila entró.
Parecía que Pablo había cambiado últimamente, y con su cambio, los antiguos problemas resurgieron. Con una mirada cargada de resentimiento hacia María, Camila dijo sarcásticamente:
—Qué coincidencia encontrarnos aquí, señorita Ortega.
María respondió con una mirada intensa y llena de odio, casi palpable, como si pudiera devorar a Camila en ese mismo instante. Ana, siempre más tranquila, intercedió con una sonrisa apacible:
—No hay mejor encuentro que el que es por casualidad. Veo que a la señora Morales le ha ido bien últimamente.
Camila se tensó. Había discutido fuertemente con Pablo recientemente y estaba m