Capítulo 251
Mario eligió mostrarle esa camisa a Ana, ¿qué quería decirle?

¿Le estaba diciendo que había comenzado una vida desenfrenada y privada?

¿O estaba proclamando su libertad?

Ana optó por ignorarlo. Sumergió la camisa blanca en agua, vertió detergente y la frotó suavemente...

Mientras las burbujas emergían, el aroma del perfume en la camisa se desvanecía, al igual que aquella llamativa marca de lápiz labial, como si nada hubiera pasado la noche anterior.

La camisa blanca, bajo el agua clara, parecía nueva.

Ana estaba a punto de secarla, cuando una mano arrebató la camisa de sus manos y la tiró al basurero...

Ella observó en silencio durante unos segundos, luego levantó la vista y encontró los ojos de Mario.

Mario era alto y musculoso, con el cabello desordenado y un encanto inconfundible incluso en la mañana.

Ana no pudo evitar pensar si ese cuerpo tan masculino había estado con otra mujer la noche anterior.

Pero no le preguntó a Mario.

Él la miró fijamente y dijo: —¿No vas a preguntar qu
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