Mario la llevó a la cama en brazos.
La ropa, los zapatos, las medias, se esparcieron por el suelo en un desorden insinuante...
Ana, después de haber bebido, sentía que todo su cuerpo oscilaba y no pudo resistirse a abrazar los hombros de Mario.
En ese momento, el celular que estaba sobre la mesita de noche comenzó a sonar.
Era el teléfono de Ana.
Ana extendió la mano para tomarlo, pero Mario fue más rápido y lo agarró primero.
Él pensó que sería David compartiendo algo más de su vida con su esposa, pero al verlo, se encontró con un rostro desconocido, atractivo y joven.
«Hermana, ¿puedo verte de nuevo, por favor?»
Mario, con una expresión sombría, fijó su mirada en Ana y preguntó: —¿Lo conociste en el bar? ¿Le agregaste como amigo?
En realidad, había sido María quien agregó al chico en nombre de Ana.
Pero en ese momento, Ana no estaba dispuesta a confesar la verdad. No solo evitó explicar, sino que, abrazando el cuello de Mario con coquetería, dijo: —¡Claro! ¡Un chico joven y g