El trayecto hacia la manada Rouge se hace más corto de lo que Katrina hubiese deseado. En todo el viaje, ella se ha mantenido en silencio, absorta en sus preocupaciones y muy ansiosa.
Teme a lo desconocido.
Para ella no es fácil empezar de nuevo en un lugar donde estará rodeada por personas desconocidas, con reglas diferentes a las que ya está acostumbrada y con un esposo nuevo. Uno que no es Mateus, el hombre con quien compartió el lecho y formó un hogar por más de veinte años.
«¿Cómo lidiar con tantos cambios repentinos?», piensa aterrada.
Leoncio, quien entiende por el momento extraño y estresante por el que ella debe estar pasando, en especial por la manera tan incómoda en que sucedió el reclamo, respeta su espacio y se mantiene en silencio.
—Llegamos, mi loba —le anuncia con voz dulce.
Ella asiente con la cabeza y se deja ayudar por él, quien como todo un caballero la toma de la mano y escolta fuera de la limusina.
Las miradas curiosas se posan sobre la mujer, pero nadie dice o p