—¡Puta! —gruñó Lucian, y al segundo siguiente estaba tumbado en el suelo, mientras el lobo joven lo golpeaba cada vez más fuerte.
¿Qué le pasaba a su cuerpo? ¿Por qué no se regeneraba?
A su alrededor, sus guerreros seguían en combate contra esos cadáveres. La gente que antes clamaba su nombre ahora corría despavorida.
Leah. Ella era la causante de todo. Algo hizo. Un embrujo. No sabía con exactitud qué, pero él lo iba a detener.
Con esfuerzo logró quitarse al tipo de encima y fue directo hacia Leah.
A medio camino, el extraño lo alcanzó y le enterró la espada en el costado.
Lucian forzó algo en su pecho. Su don. Eso no tendría que ocasionar ningún problema. Era una herida algo profunda, pero fácil de sanar.
Su don comenzó a actuar, pero en cuanto lo hizo, sintió que algo tiraba de su energía en dirección al lobo joven. O mejor dicho, en dirección a Leah.
—¿Quién eres tú? —exigió saber Lucian. Su herida sanaba lentamente.
—Ese no es tu asunto.
Lucian abrió los ojos como pla