La vidente balbuceó palabras sin sentido. Es que… ¿de verdad escuchó bien a ese lobo?
Cassian volvió a soltar un bufido y se talló la cara.
—Piensa en eso como una posibilidad en un millón de acabar con el demonio. —No se atrevió a mencionar su nombre. Bastaba con el terror de ver sombras donde no había, de oír gruñidos en el silencio absoluto. La muerte lo acechaba a cada hora de su vida.
Leah lo miró. Sus ojos recorrieron todo el lugar. Sus labios se movieron sin emitir palabra.
—¿¡Co-como es que sabes eso!? —la voz le salió baja, sin fuerza.
Cassian se pasó la mano por el cabello y alzó la vista al cielo. Exhaló con brusquedad antes de volver a mirarla.
—Yo estuve ahí el día de esa profecía —dijo, como quien arranca una venda vieja de los ojos de alguien que no quiere ver.
Leah parpadeó, aturdida. Es cierto… ¿por qué se olvidó de eso?
—Tú… tú lo sabías.
Sintió que el aire le faltaba. No supo si se trataba de vergüenza, rabia, miedo… o todo al mismo tiempo, en una maraña que la as