—¿Qué tonterías dices? —Noah la miró con el ceño fruncido, como si Aurora se hubiese vuelto loca de repente.
—Digo lo que es. —Aurora se cruzó de brazos, firme, con los ojos clavados en Leah como si fuera basura que alguien olvidó recoger.
La vidente se quedó inmóvil, en silencio.
—¿O acaso crees que algún alfa con apellido, con nombre, con honor… —alzó la voz—, querría tocar a la compañera de Lucian? ¿A la loba marcada por él?
Noah apretó la mandíbula.
—Cállate. No vienen al caso tus comentarios. —Su mandíbula se tensó. En sus ojos brillaba el odio.
Ella soltó una risa sin humor.
—Claro que sí. Todos piensan que el alfa Noah es demasiado bueno con la ramera de Lucian. Solo yo tengo los ovarios para decirlo de frente. —Se giró hacia Leah con la sonrisa torcida—. Nadie quiere una loba usada. Una que ya fue montada, marcada, contaminada por el demonio Lucian. Así que deja de tratar de seducir al alfa.
Leah sintió el rostro arderle, como si la hubieran desnudado. Su cuerpo entero