Leah apretaba ese interruptor interno que avivaba sus visiones. Nada. Michelle estaba encima, poseída por la furia.
Leah logró que una débil luz azul parpadeara en sus ojos. Apenas un hilo de energía.
Michelle lo notó.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer, maldita? —gritó, y golpeaba la cabeza de la vidente contra el suelo con brutalidad—. ¡Haz tu magia ahora, perra!
Michelle se encontraba fuera de sí.
Entonces, alguien la quitó de encima con fuerza animal.
La loba cayó hacia atrás, y su cuerpo se estrelló contra el suelo.
—¿Qué demonios te pasa? —gruñó Aurora, con la respiración agitada—. ¿Dónde está el honor de atacar a alguien tan débil?
Michelle con un manotazo se sacudió la tierra del cabello.
—El mismo honor que tuvo tu padre al hacer lo mismo. ¿O si lo hace el lobo anciano está bien?
Aurora dio un solo paso. Un golpe seco. En la mejilla. Michelle se volvió a desplomar contra la tierra sin siquiera poder gruñir.
—No vuelvas a mencionar a mi padre. Lárgate —ordenó Aurora—. An