Noah caminaba con el ceño fruncido; su silueta dominante imponía silencio con cada paso.
Los guerreros, sin aliento tras la sesión suspendida, esperaban con ansiedad los regaños de su alfa.
—¿Saben qué es lo más frustrante de todo? —La voz de Noah era profunda y resonante—. Que después de cada entrenamiento, cada consejo que les he dado… cometen los mismos errores.
Caminó frente a ellos. Su presencia los obligaba a mirar al suelo. No necesitaba alzar la voz.
»Fuerza bruta. Es lo único que saben usar. Como si eso bastara para ganar una batalla.
Sus soldados fruncieron el ceño, molestos consigo mismos.
»¿Saben por qué pude noquear a Rutt de un solo golpe? —preguntó, y observó los rostros de cada uno—. No fue porque sea más fuerte. Fue porque sé dónde golpear. Porque mientras ustedes confían en su rabia, yo uso la cabeza.
El silencio era sepulcral.
»¿Y los cachorros? —continuó—. ¿Dónde estaba su vigilancia cuando ese idiota perdió el control? ¿Saben cuál es la zona que los invasores atac