015 La maldita pulsera

Su mente no terminaba de procesar lo sucedido: la humedad en su ropa, la incapacidad de moverse. Ese ser giró la cabeza en otra dirección. Retiró su tentáculo extraño de su cuerpo y Ezra tembló al sentir un frío inusual en la nuca. Luego de tantas veces de sanar a los demás, al fin supo a qué olía su propia sangre.

Pasó la mano por su túnica y confirmó que estaba bañado en ese líquido rojo. Escuchó pasos lejanos, percibió voces alrededor; todo le pareció un eco distante. Trató de levantarse, pero ni siquiera logró enderezar la cabeza. El mareo le obligó a entrecerrar los ojos, y por fin tuvo algo claro: «me voy a morir».

En otro lugar, Leah alzaba la vista hacia el cielo. Las estrellas aún titilaban, ajenas al caos que se cernía sobre la tierra del Este. Cerró los ojos por un instante, en busca de algo, de poder vencer esa barrera impuesta por el Rey. Nunca se lo dijo a Noah, pero eso en su muñeca llegaba a causarle frustración. Era semejante a sentir picor y no poder rascarse, porq
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