Ambos forasteros lograron entrar por la puerta trasera de la casona del alfa demonio, Lucian.
—Sigo sin entender lo que obtenemos con esto —masculló el de cabello oscuro, luego de acomodarse el turbante en la cabeza.
—Porque así sabremos qué es lo siguiente que hará Lucian, Cassian —el de cabello rubio habló en voz baja, pero no por eso menos firme.
—Lo de ir al Este de seguro lo dijo en burla. Dudo que quiera ir allá —el área del Este era un lugar rodeado de desterrados, bandidos, asesinos. Lobos perversos que sabían que ahí no existía ley.
—Solo sigue el plan.
—De seguro lo hiciste para pasar más tiempo con la “sacerdotisa” —susurró Cassian para sí. Sin embargo, la mirada severa que le dirigió su alfa daba a entender que lo había escuchado claramente. Soltó un suspiro.
No le gustaba estar con esos lobos. Eran demasiado “místicos” para su gusto. Y de todos, la más rara era esa tal Olaya, con sus supuestos destellos de vistazos al futuro. Todos falsos. Era una loba joven, unos años me