El amplio comedor de la casona del alfa se encontraba lleno, ruidoso. Él, en la mesa principal, les dedicaba una mirada intensa a sus nuevos aliados.
Los guerreros del norte, del clan Larsen. Músculos, fuerza y mujeres hermosas, de una belleza muy diferente a la que prefería Lucian. Tal vez por eso le inquietaban.
A él le gustaba la belleza delicada, cuerpos esbeltos, aunque con curvas bien pronunciadas, rostros angelicales…
Su vista se enfocó ahora en su compañera, Leah, que miraba su plato de comida y, con lentitud, picaba el platillo y se metía un diminuto bocado a la boca. Pequeña, delgada, física y mentalmente débil. Eso era lo que más le gustaba de ella.
Lucian volvió a ver a esas lobas del Norte. Guerreras, fuertes, con pechos grandes y caderas prominentes. Comían sin muchos modales.
Una vocecita femenina interrumpió el silencio reflexivo del alfa.
—¿Alfa, me permite hacer un comentario? —Freya se aclaró la garganta y, por el rabillo del ojo, vio a esos nuevos integrantes