Justo después de que Diego dijera que no estaba de acuerdo con que Yulia se casara, ella, en tono tranquilo, le respondió:
—Papá, Baltasar me mandó un mensaje. Dijo que quiere mudarse a nuestra casa y apoyarme tanto en mi vida, como en mi carrera.
Diego suspiro y no dijo nada más. No quería ser como su papá Armando, que, por seguir sus propios gustos, había hecho infelices a sus hijos.
—Yulia, tú decides lo que quieras.
—Muchísimas gracias, papá. ¿Y mamá, qué opina? —preguntó Yulia, abrazándose al brazo de Marina.
Marina, sin pensarlo, respondió:
—Después de todo es nuestra casa, tu papá es el que manda.
Yulia se tapó la boca con una sonrisa pícara, sabiendo bien que quien llevaba la batuta en casa era su mamá.
—Mamá, tranquila. Si Baltasar no logra convencer a Regina, no me casaré con él.
...
Mientras tanto, Baltasar seguía en el auto estacionado frente al edificio en Barrio San Martín, mirando a Regina, quien estaba en el asiento trasero, visiblemente molesta.
Después de enviar el me