Justo cuando Yulia iba a abrir la puerta, Marina ya había puesto su cubrebocas. Aún estaban en la fase de “evaluación” con Baltasar, y no podían arriesgarse a que los reconociera. Marina había asistido a algunos eventos de la empresa en el pasado, y no podían saber si alguna foto de esos momentos habría llegado a los Mendoza.
Diego, por otro lado, no se aparecía en público desde hace años, así que él no tenía de qué preocuparse.
—Papá, mamá, este es Baltasar, y ellos son sus padres —dijo Yulia, haciendo las respectivas presentaciones.
Marina sonrió y se levantó, pero con voz algo ronca les dijo:
—Por favor, tomen asiento.
Los Mendoza pensaron que quizás estaba enferma, de ahí el cubrebocas.
Baltasar, un poco nervioso, también se presentó:
—Mucho gusto, soy Baltasar, el novio de Yuli.
Marina volvió a sonreír y les indicó que se sentaran. Mientras tanto, Regina, con su mirada analítica, ya había evaluado tanto a los padres de Yuli como la casa.
Los padres parecían de buena presencia. Su