Iker aceptó emocionado.
—¡Mañana te acompaño a jugar!
—¡Iker, tu papá llegó! —llamó la maestra.
—¡Diego vino a buscarme! ¡Adiós, Inés! —Iker se puso emocionado rápidamente la mochila.
—¿Diego quién? —Inés preguntó, con una cara de tristeza al despedirse de Iker.
—¡Diego es mi papá! ¡Tontita!
Iker ya no podía esperar más tiempo para llegar a casa, así que, sin pensarlo dos veces, se despidió rápido de Inés y algunos de los compañeros con los que había estado jugando, y siguió corriendo a la maestra hasta la puerta. Allí estaba Diego, esperándolo junto al auto.
Cuando Iker lo vio, su carita se iluminó y corrió a toda prisa hacia él, con una sonrisa de lo más sincera.
—¡Papá, apresúrate, vamos a casa!
Saltó al auto y dejó la mochila tirada en el asiento.
En cuanto Diego se subió al vehículo, Iker no pudo aguantar más la curiosidad.
—¡Papá, dime qué vamos a cenar esta noche?
Diego le sonrió con su típica calma.
—Pues adivina.
Los ojitos de Iker brillaron emocionados, y empezó a contar con