Del otro lado de la línea, el abogado Mauricio habló con un tono serio, pero respetuoso:—Señora Luna, mañana a las tres de la tarde, por favor, pase por la firma de abogados. Es sobre el testamento del señor Eduardo.—Está bien —respondió respetuosa Luna, sin más.Mauricio colgó y, casi de inmediato, se comunicó con los asistentes de Matías y Marina.En ese preciso momento, Marina estaba en plena reunión. Fernando le pidió a Mauricio que esperara un momento, luego le pasó el celular a Marina, y en voz baja le dijo:—Una persona llamada Mauricio quiere hablar contigo.Marina, interrumpiendo brevemente la discusión, tomó cuidadosa el celular con una expresión seria.—Hola, Mauricio.Tomó un sorbo de su café mientras escuchaba.—Señorita Marina, mañana a las tres de la tarde, por favor, venga a la firma. Se leerá el testamento del señor Eduardo.Marina se quedó estupefacta por un momento, con la taza en la mano, mientras procesaba poco a poco la noticia. Luego, se puso más seria.—Está b
Sandra en ese momento llegó a casa de buen humor, con una sonrisa en el rostro, y le contó a Mateo entusiasta lo que había pasado cuando se cruzó con Luna ese día.—¿Luna? —Mateo se sentó de golpe, su expresión de inmediato se tornó seria.Sandra, al ver su cambio de actitud, le preguntó, algo confundida:—¿Qué ocurre? ¿Te acuerdas acaso de algo?Mateo se quedó pensativo por un momento, y de repente, como si se le hubiera encendido una bombilla en ese instante, dijo:—Eduardo ya está muerto, y Marina es su única hija. Eso quiere decir que tal vez ella herede la fortuna de los Cabello.Dijo esto con una sonrisa irónica, y en sus ojos se reflejaba un poco de frustración.Sandra, sorprendida, sintió un leve pinchazo de celos.—Vaya, qué suerte tan magnifica la de ella... Pero Marina no tiene buena relación con los Cabello, así que puede que no reciba nada.Sandra también odiaba demasiado a Marina. Si no fuera por ella, ahora mismo la empresa sería de su esposo, y ese terrible pensamiento
—No sé quién los mandó.Emiliano se quejaba mientras tocaba adolorido las zonas donde lo habían golpeado. Su rostro reflejaba un agudo dolor, pero también una notable desconfianza. No era tan tonto como para soltarle algo sobre Félix a los del Grupo Yulia. Para él, eso sería traicionar por completo su propia posición.Ricardo, de pie junto a él, sonrió con calma.—Que no sepas quién los mandó no es problema, al final, el que está recibiendo los golpes eres tú, no yo. Y he venido hoy para hablar sobre la compensación por el incendio.Emiliano dejó de quejarse al instante. En sus ojos brilló un gran destello de codicia, y tragó saliva con avidez.—¿Cuánto me van a dar por la compensación?Ricardo sonrió, sabiendo que había atrapado su atención.—Todavía estamos evaluando con detenimiento el monto exacto, pero te aseguro que será una cifra que te dejará más que satisfecho.Hizo una pausa, dejándole tiempo para que saboreara sus entusiastas palabras.—Eso sí, para recibir la compensación,
Diego intentó mantener la calma, forzando en ese momento una sonrisa.—Bueno, te lo dejo a ti, entonces.Marina aceptó, se concentró por un momento y empezó a cortar el cabello de Diego.Él solo podía ansioso rezar en su mente, esperando que al menos quedara decente. No pedía mucho, de verdad.Aproximadamente media hora después, Marina seguía cortando entretenida el cabello con mucho cuidado, pero por más que lo intentaba, no estaba del todo satisfecha con el resultado.Miró lo que había hecho y al instante soltó una risa algo avergonzada.—Creo que mejor mañana vas a buscar a un profesional.Diego sonrió algo incómodo, se levantó y se acercó al espejo. El corte estaba bastante irregular y se veía más bien trasquilado.Con una sonrisa burlona, le dijo cariñoso a Marina:—Así que los cortes de hombres son fáciles, ¿eh?Marina rió nerviosa, tratando de disimular un poco su vergüenza.—Hace tanto que no corto... Mis manos ya están un poco torpes, perdón.Diego suspiró por dentro. No impor
Marina se levantó por la mañana, desayunó un poquito, pero como no tenía mucho apetito, dejó el tenedor a un lado.—Diego, voy a la oficina. Hoy te toca a ti encargarte del patito.Diego, al ver que ella apenas había comido, también dejó su tenedor a un lado y dijo:—Hoy te llevo a la oficina. Cuando regrese, paso por la peluquería a cortarme el cabello.—Vale, está bien —respondió graciosa Marina.Los dos subieron al segundo piso a cambiarse para salir.Diego se cambió primero, tomó su cinturón y lo pasó por el pantalón. Mientras lo hacía, le dijo a Marina:—Voy al jardín a darle de comer al patito.—Está bien —contestó Marina.Diego salió al jardín y se quedó mirando al patito. Casi podía escuchar la dulce voz de su hija diciendo cosas felices mientras lo alimentaba. Esos recuerdos tan cálidos le dieron una fuerte punzada en el pecho. Con mano firme, tomó el alimento y lo puso en el pequeño tazón, observando ensimismado cómo el patito comía contento.El sol iluminaba su cabello blanc
Ante la curiosa pregunta de Noelia, Sandra se encogió de hombros y respondió:—Mi esposo casi no me cuenta lo que pasa en la empresa. Vendió sus acciones, y la verdad, eso estuvo bastante bien.Sandra esbozó una ligera sonrisa y siguió entretenida:—Ahora tiene tiempo para ir a jugar al golf, y creo que está mucho mejor así. Ya no tiene que preocuparse por el futuro del Grupo Yulia, está más tranquilo.Noelia y las otras dos mujeres se miraron sorprendidas por la sabia respuesta.Noelia sonrió y dijo:—Sí, tiene sentido. ¡Qué bien! Menos preocupaciones por la empresa y más tiempo para disfrutar de la vida.—Exactamente, vender las acciones fue una buena idea —contestó Sandra.Noelia levantó las cejas, mientras seguían jugando y charlando entretenidas de otros temas.Jugaron unas cuantas manos más, y ya estaban por terminar. Sandra había ganado bastante esa tarde. Sonrió satisfecha y dijo:—Hoy estoy con suerte. La próxima vez que tengamos tiempo, podemos reunirnos de nuevo.Noelia desp
Lo primero que Marina notó fue el corte de pelo de Diego. Se miraron a los ojos por un momento, sin decir nada.Cuando Ramón vio a Diego, se sorprendió un poco. ¿Él iba a ser quien comprara las acciones?Diego asintió ligeramente con la cabeza y le dijo a Ramón:—Hola, señor Ramón. Estoy muy interesado en las acciones que tienes.Ramón no esperaba que fuera preciso Diego quien comprara sus acciones.—Señor Diego, qué sorpresa verte. Un placer.No perdieron tiempo y, rápidamente, comenzaron a discutir los detalles de la compra.Tras una breve negociación, llegaron a un acuerdo. Diego aceptó comprar las acciones al precio de mercado, y Ramón quedó contento con el trato.Después de firmar el contrato, Ramón sonrió agradecido y dijo:—Le agradezco a usted señor Diego. Señora Marina, les deseo mucho éxito con el futuro de la empresa.Marina acompañó a Ramón hasta la puerta y, cuando se giró hacia Diego, le sonrió satisfecha.Diego levantó una ceja y comentó:—¿Crees que está preocupado por
—Según el testamento del señor Eduardo, así quedará repartido su patrimonio.Mauricio aclaró un poco la garganta y comenzó a leer en voz alta.—El cinco por ciento de las acciones del Grupo Cabello será heredado por su esposa, Luna. El treinta por ciento por su hija, Marina. El cinco por ciento por Matías, y el resto de los bienes se dividirá entre Luna y Marina.Al escuchar cómo quedaba la distribución, Luna no pudo evitar mostrar una leve sorpresa en su rostro, pero se quedó en absoluto silencio. Matías, por su parte, simplemente aceptó.Marina, un poco más sorprendida que los demás, no podía creer en ese momento que su padre le hubiera dejado tantas acciones.Cuando Mauricio terminó de leer el testamento, levantó al instante la mirada y observó a todos los presentes.—Este es el testamento del señor Eduardo. Si no hay objeción alguna, podemos proceder con los trámites correspondiente de herencia.Luna aceptó con una pequeña sonrisa, aunque algo contenida.—No tengo problema alguno.