En ese preciso momento, Marina vio a Diego en la mesa principal y, por un segundo, se quedó algo sorprendida, pero de inmediato volvió a poner la misma cara de siempre.
Diego había decidido venir esa noche porque sabía que, después de que Marina terminara con lo que tenía que hacer, se iría a Estelaria. Y, por lo tanto, no sabía cuándo se volverían a ver.
Marina se giró enseguida para seguir conversando con los demás, manteniendo su sonrisa amable y educada, como si nada hubiera pasado.
Ricardo estaba a su lado, siempre atento, ayudándola a evitar que le ofrecieran bebidas de más o sirviéndole comida. Mostraba lo considerado que era.
Diego, echando una mirada fugaz a Ricardo, apartó la vista con rapidez, sin decir nada.
Desde una distancia no muy lejana, Verónica y las demás se acercaron, ansiosas por contar lo que acababan de descubrir en ese instante.
Bajó la voz y le susurró a Marina:
—Finalmente vi al jefe de nuestra empresa. Marina, ¿te acuerdas del hombre del que te hablé en el a