—Vaya… ¡Sí que se parecen bastante! —exclamó ella.
Olaia miró hacia donde yo le señalaba y también estaba de acuerdo conmigo. Con expresión emocionada me propuso:
—¡Rápido, vamos!
Ella se desabrochó el cinturón y salió del carro a toda prisa.
Yo la seguí de cerca, entrando juntas al vestíbulo del hotel.
Pero, ya no sabía adónde se había ido.
Nos acercamos al mostrador de recepción y Olaia habló con voz suave:
—Disculpe, señorita, ¿aquella pareja que acaba de entrar, eran muy diferentes en edad?
Con su belleza y su sonrisa encantadora, era fácil que la recepcionista más joven cayera en la trampa.
Una de las recepcionistas era muy joven y de inmediato le respondió:
—Pues sí, la diferencia de edad parecía bastante grande...
—Pues a ti te veo la cabeza un poco grande, ¿no?
La otra recepcionista mayor intervino rápidamente, cortándola:
—Lo siento, pero no podemos dar información de nuestros clientes.
—¡Es que creo que ese señor era mi papá!
Olaia pensó rápido, con lágrimas en los ojos:
—