Elías asintió con la cabeza.
—Pues sí —admitió—, la verdad es que estaba enojado. Vidal volvió al hospital para acosarte, no entiende razones, y Raymond ya perdió la paciencia con él.
Ámbar desvió la mirada. Las palabras de Elías le dieron una explicación razonable, pero dentro de ella pensaba que podría ser por algo más. Tal vez Raymond estaba molesto no solo porque Vidal había regresado, sino por lo que había presenciado antes. Ámbar no sabía si la distancia y frialdad de Raymond antes de marcharse se debían al enojo por el acoso o por lo que había visto.
Intentó apartar el asunto de su mente, no porque realmente lo hubiera superado, sino porque debía hacerlo. Pensar demasiado en aquello solo la angustiaba, y sabía que el estrés no era bueno para el bebé que llevaba dentro. Así que, con esfuerzo, se obligó a tranquilizarse.
El resto del día transcurrió sin sobresaltos. No se presentó ninguna complicación médica y Ámbar logró descansar con relativa calma. Al amanecer del día siguient