C100: Esa necesidad suya de sentirse indispensable.
En ese preciso momento, la puerta de la habitación se abrió con un leve chirrido, y la figura de Raymond apareció en el umbral.
—¿Tú? —soltó al ver a Alaska, sorprendido y molesto a la vez—. ¿Tú también? ¿Qué estás haciendo aquí?
Alaska se giró hacia él, con una mirada altiva que intentaba ocultar el temblor de su orgullo herido. Por un instante pareció querer responderle, pero sus labios se movieron sin emitir sonido alguno. En cambio, clavó sus ojos en Ámbar observándola con desprecio, antes de girar sobre sus talones y salir de la habitación sin pronunciar palabra.
Raymond la siguió con la mirada hasta que ella salió. Luego soltó un resoplido de exasperación y, con un movimiento brusco, empujó la puerta hasta cerrarla del todo. Se pasó una mano por el pelo, visiblemente irritado.
—No puedo creerlo —murmuró, más para sí que para Ámbar—. Primero Vidal, y ahora Alaska. ¿Qué les pasa a estos dos?
—¿Cómo que primero Vidal? —preguntó Ámbar—. ¿Él también estuvo aquí? ¿Acaso los gritos qu