Susto.
Lucía se sobresaltó cuando creyó oír un leve golpe en la puerta de su casa. Dejando el libro en la mesita de noche, frunció el ceño y miró la hora en el reloj digital. Eran casi las tres de la madrugada. Nadie en su sano juicio estaría tocando la puerta, ¿verdad? «No. Seguramente solo fue el viento», pensó cuando echó un vistazo por la ventana. Estaba lloviendo y el viento rugía afuera. Ahora que prestaba atención, se dio cuenta de que el clima había empeorado. Restando relevancia, Lucía volvió a agarrar el libro, dispuesta a seguir leyendo, cuando el sonido de otro golpe la sobresaltó.
Bueno, esta vez lo oyó mejor y definitivamente no era el viento. Alguien estaba tocando la puerta de su casa. Por alguna razón, se le erizó la piel de sus brazos y un temor nació dentro de sí. ¿Alguien estaría intentando entrar a su casa? ¿Un ladrón? ¿Asesino? Ante esas posibilidades, Lucía se levantó, agarró su teléfono móvil y sacó algo largo y pesado de debajo de su cama. Era un bate de béisbol y bi