Locura.
Era una completa locura, lo sabía, pero no le importaba. No le importaba porque, en el fondo, se sentía bien hacer algo que quebrantaba su estilo de vida estructurada. No le importaba porque, después de tantos años, tenía todo el derecho de hacer algo que no iba acorde a lo que le enseñaron, a lo que estaba acostumbrado. No le importaba porque se sentía bien. Y no le importaba porque, pese a que solo sería por unas horas, ansiaba sentirse libre.
Mientras dejaba que Lucía lo guiara hacia la salida de la clínica, llamó por teléfono a su madre, disculpándose con ella por no regresar y que la próxima semana la visitaría y le explicaría todo. Por supuesto, recibió un ligero regaño de su madre, alegando que no era justo que él se llevara a Lucía y que no le dio tiempo a Elisa para que ambas se conocieran un poquito más. Sin embargo, Logan no le dio tanta relevancia a esto último y finalizó la llamada con un «te quiero, mamá».
—Ella cree que aún soy un niño —musitó, solo para sí y caminando