Estructurada existencia.
Logan era un hombre centrado, con una mente estratega y un…
—Te lo merecías… —titubeó ella, dejando al descubierto sus ojos llorosos—. Dios, te merecías esa cachetada. Y no… No me disculparé. No pienso hacerlo, no lo haré.
Inhaló y exhaló profundo, sintiendo cómo toda esa bola de ira y enojo se esfumaba de su sistema, liberándolo de aquella oscuridad que por poco se adueña de sí. Porque Logan Parisi podía ser cualquier cosa, pero no era…
—No soy un monstruo, Lucía —imperó, acercándose a ella—. Y óyeme bien, nunca intentes levantarme la mano de nuevo. No hay necesidad de llegar a tales extremos.
—Pero eres un maldito cretino —espetó ella con odio y mirándolo a los ojos—. Y si llegué a tal extremo es porque ya no aguantaba más. No aguanto más.
—Si ese es el caso, te lo dejaré fácil. —Se inclinó hacia ella, casi invadiendo el espacio personal. Sus ojos fijos en los de ella—. Olvídate del trato y vete a tu casa. Vive tu vida libremente, en paz y tranquila.
—Pero…
—Aquí no hay peros, Lucía