Chantaje.
Cuando la mujer se encerró en el cuarto de baño, Logan aprovechó ese momento y marcó el interno de su secretaria. Le pidió a Charlotte que nadie lo molestara y que no le pasara llamadas. También le pidió que llevara dos tazas con café. Cuando su secretaria ingresó a la oficina, con lo que él pidió, lo miró con intriga.
—¿Dónde está la señorita?
—¿Dónde más? —refutó, señalando la puerta del cuarto de baño.
Charlotte dejó la charola con las tazas sobre el escritorio, dando después una mirada hacia la puerta en cuestión.
—Señor, usted no…
—No preguntes cosas que no son, tampoco las imagines —inquirió, mirándola fijamente—. Puedes retirarte, Charlotte.
La mujer asintió, dando otra mirada inquisitiva a la puerta del baño, pero no dijo otra palabra y salió de su despacho.
Logan exhaló un extenso suspiro y echó una mirada cansina hacia la puerta del baño.
«Ella tendrá que servir», pensó moviéndose en la silla.
Había demasiado en juego en estos momentos y no podía dar marcha atrás. No cuando