“Gatita, ¿qué haces aquí? Esta zona es peligrosa. Vi tu coche salir de tu casa y decidí seguirte”, dijo Antonio mientras se acercaba y pasaba junto a ella, adoptando una postura protectora frente a la cabaña.
Leila entrecerró sus ojos hacia él, preguntándose si podía confiar en él y contarle la verdad. Si la vio salir de casa, debería haberla alcanzado con su moto y ella se habría dado cuenta de que una moto la seguía, especialmente en el pequeño sendero entre arbustos.
“Me hablaron de esta propiedad y quería venir a ver si podía comprarla, para tener un poco de tranquilidad lejos del bullicio de la ciudad”, respondió Leila mientras forzaba una sonrisa, con una fuerte inquietud que le oprimía el corazón.
“Bueno, ya que soy el rey y técnicamente todo es mío, puedes quedarte con la cabaña”, respondió Antonio con una pequeña sonrisa. “Vuelve en otro momento con un equipo de construcción para decidir cómo quieres que se construya la nueva cabaña, porque esta vieja estructura se está cay