Leila sujetó el pomo de la puerta y entonces se giró hacia él.
“Por cierto, felicidades por el embarazo de tu Luna, pero ya que no perdonaste el mío, su embarazo no va a impedir que vaya tras ella y cuando acabe con ella, te tocará a ti”.
Tatum echó su cabeza hacia atrás mientras sus ojos brillaban con sorpresa y curiosidad. “¿Qué embarazo?”.
Leila se burló. “No te hagas el tonto, lo sé”.
“No sé de qué coño estás hablando”, respondió Tatum, con una sensación de fastidio creciendo en su pecho a medida que se daba cuenta. “¿Te dijo que está embarazada?”.
“¿No lo está?”.
“Si lo está, no es mío”, respondió Tatum con frialdad.
Cómo puede Carmela estar embarazada de él cuando nunca la había tocado, ni siquiera vivían juntos.
Leila soltó una carcajada y se encogió de hombros. “La infidelidad de tu prometida no es asunto mío”.
Tatum apretó los dientes, apretando el puño a su lado. El mero sonido de la palabra hizo que se le erizara toda la piel y se le retorcieran las tripas.
Ojalá p