La sorpresa llenó los ojos de Leila pero lo siguiente que sintió fue un dolor inmenso que casi la hacía enloquecer cuando Carmela le dio un puñetazo en el estómago, haciéndola chillar con más dolor. Las lágrimas se derramaron por sus ojos mientras la agonía golpeaba su corazón y la fuerza abandonaba su cuerpo. Sus ojos parpadearon repetidamente.
Carmela sacó un frasco y mantuvo la boca de Leila abierta, vaciando el contenido de su interior antes de dejar caer a Leila al suelo y levantarse, quitándose el polvo de las manos y limpiándoselas en la falda, con una sonrisa siniestra en los labios.
“Ahora puedes morir en paz o desesperada, en realidad me da igual”. Carmela se encogió de hombros y soltó una risita. “Yo debería haber sido su pareja, no tú, pero ahora no importa, es mío y me lo quedaré”.
La incredulidad permaneció firme en los ojos de Leila que apenas podía mantener abiertos mientras miraba fijamente a Carmela.
Diferentes emociones recorrían su corazón.
¿Tatum era su parej