Leila reflexionó sobre las palabras de la bruja, apretando los dientes y mirando por la ventana desde la oficina de Amanda.
Amanda entró y le ofreció a Leila un vaso de chocolate caliente humeante.
“Aquí tienes”.
“Gracias”, respondió Leila con una pequeña sonrisa forzada.
Simplemente no podía asimilar lo que había descubierto.
“No puedo creer que esa perra no sea la verdadera pareja del Alfa. Digo, después de todo lo que ha estado haciendo. ¡Qué serpiente tan astuta!”, resopló Amanda mientras ponía los ojos en blanco.
“Lo que es aún más astuto es que su padre es el único que sabía cómo sería la marca del fénix antes de que Carmela la consiguiera”, respondió Leila con el ceño fruncido.
“¡¿Qué?!”, soltó Amanda con los ojos desorbitados mientras casi escupía el chocolate que tenía en la boca.
“¿Cómo es siquiera posible? Creía que la única persona que sabía cómo era la marca era la bruja de la manada y que ella había confirmado que Carmela en efecto tenía la auténtica”.
Leila su