ELAINE
¿Qué clase de monstruo aterroriza tanto a una niña que la obliga a esconderse en su habitación?
Todo encajó de repente, su comportamiento callado y sombrío, la forma en que Amelia se estremecía cuando él alzaba la voz, los moretones que noté durante su último chequeo, esos que ella insistía que se había hecho jugando baloncesto. La manera en que me miraba, con ojos grandes y desesperados, como si yo fuera su única salvación.
No necesitaba un informe, una fotografía o tener razón, solo necesitaba protegerla.
Saqué mi teléfono allí mismo, en la habitación de Amelia. No iba a quedarme de brazos cruzados esperando pruebas, ya había visto suficiente y escuchado suficiente. No sería la espectadora que no hacía nada mientras una niña sufría.
Pero antes de que pudiera marcar, Duncan se abalanzó y me arrebató el teléfono de la mano.
—¡Devuélvemelo! —exclamé, enfureciéndome al instante.
Se quedó allí, con el pecho agitado. —¿Qué... estás... haciendo?
—¿Por qué? —le espeté—. ¿Tienes miedo