ELAINE

La vergüenza no alcanzaba a describir lo que sentí mientras me arrastraba de vuelta a casa, pensando en el desastre que acababa de crear. Todo lo que creía saber sobre Duncan resultó ser falso, una ilusión cuidadosamente construida en mi mente, edificada sobre el miedo, sobre fantasmas del pasado que habían estado enterrados bajo la superficie, pero que en realidad, nunca se habían ido.

Cuando la verdad se reveló, también lo hizo algo más, un destello de mi pasado que no tenía intención de recordar. Me sentí expuesta y vacía, pero estaba aliviada de que Amelia no estuviera en problemas como había sospechado.

Siempre era lo mismo en mis sueños. Él era mayor, siempre me perseguía, de forma implacable. Yo no era de ninguna manera pequeña, era una adulta y, sin embargo, estaba a su merced. Me atrapaba cada vez, sin importar cuán rápido corriera. Y cuando lo hacía, no eran solo los puños, eran los cinturones de cuero y la pared. Siempre el cinturón y la pared, mi cabeza se estrellaba