ELAINE
El grito se abrió paso desde mi garganta, agudo y estrangulado. Corrí con los pies golpeando contra el suelo, los pulmones ardiendo y el corazón martilleando en mi pecho. No me atreví a mirar atrás, pero podía sentirlo detrás de mí, a él, su presencia era tan espesa como el humo, asfixiante e implacable.
Entonces vino el tirón. Mi cuero cabelludo ardió cuando unos dedos se enredaron en mi pelo, jalándome hacia atrás con tanta fuerza que me robó el aliento. Grité de nuevo, más fuerte, más desesperada. Y entonces...
Me incorporé de golpe en la cama, con el pecho agitado y el cabello húmedo pegado a la frente. Me tomó un momento darme cuenta de que los gritos habían cesado. Mis manos aferraban las sábanas con los nudillos blancos. Mis ojos desorbitados recorrieron la habitación desconocida.
La luz del sol se filtraba a través de las cortinas beige, dibujando suaves franjas en las paredes recién pintadas. Había cajas apiladas junto a la puerta, etiquetadas con un grueso marcador neg