TRAVIS
La ausencia fue lo primero que noté.
No era el café que faltaba en mi escritorio —aunque me había acostumbrado demasiado a encontrarlo ahí, humeante y preparado justo como me gustaba. Tampoco era la falta de una nota adhesiva, generalmente pegada al borde de mi monitor con alguna frase ridícula o garabato destinado a hacerme poner los ojos en blanco.
Era el silencio.
Mi oficina se sentía más vacía, como si la energía que normalmente zumbaba a través de ella hubiera desaparecido. Sacudí la sensación, molesto conmigo mismo por siquiera notarlo. Sophie probablemente solo estaba llegando tarde.
Pero conforme los minutos pasaban, mi irritación creció. Estaba hojeando los informes matutinos cuando mi mente divagó, sin ser invitada, hacia la noche anterior.
No debería haber ido a buscarla. Supe que era un error en el momento en que la encontré, desplomada fuera del baño en un estupor de embriaguez.
Había estado murmurando incoherentemente, sus palabras una confusa mezcla de súplicas si