León
La noche era un manto oscuro que me envolvía, pero dentro de mí la tormenta no cesaba. Cada pensamiento era un torbellino de emociones contradictorias: culpa, miedo, rabia y una ansiedad que quemaba en mi pecho. La llamada perdida de Ethan seguía retumbando en mi mente como un eco constante, recordándome que él buscaba respuestas, que necesitaba que yo estuviera ahí. Pero, ¿cómo podría enfrentar todo lo que se venía cuando ni siquiera yo estaba listo para confrontarlo?
Caminaba por las calles vacías, bajo la tenue luz de las farolas que lanzaban sombras alargadas como dedos que trataban de atraparme. El silencio era pesado, casi opresivo, y en cada esquina parecía esconderse algo que yo no podía nombrar, una amenaza invisible que me perseguía. Trataba de ordenar mis pensamientos, pero estaban hechos trizas, como el reflejo roto de un espejo olvidado.
Me detuve frente a una tienda abandonada, sus ventanas cubiertas de polvo y grafitis. En el escaparate, un viejo espejo se apoyaba