Ana
Sentada en el borde de la mesa, Ana dejó que un largo suspiro escapara de sus labios. Miró al espejo que reposaba frente a ellos, sus cristales antiguos reflejando una tenue luz, como si guardara secretos que solo ella podía entrever. Mientras escuchaba las palabras firmes de Mara, una oleada de recuerdos y emociones se agolpaban en su pecho, recordándole que aquel espejo no era simplemente un objeto extraño y antiguo: era la pieza central de algo mucho más grande, mucho más profundo, que los conectaba a todos.
Desde que había llegado al grupo, Ana había sentido que su vida daba un giro imposible de controlar, como si un hilo invisible la hubiera atado a un destino que jamás había pedido. Pero ahora, en medio de aquella atmósfera cargada de misterio y expectación, entendía que aquello no se trataba solo de protegerse del peligro o de enfrentarse a sombras invisibles. Se trataba de comprender un legado que había heredado sin siquiera saberlo, una herencia que pesaba más de lo que s