Ethan volvió a su apartamento con el corazón latiendo con fuerza, como un tambor que no encontraba ritmo. Cada palabra que Ana y el grupo le habían contado abría un mundo nuevo, oscuro, pero también lleno de posibilidades que se mezclaban con un miedo que ardía en su pecho. Se sentó junto a la ventana, sintiendo el cristal frío en la frente mientras observaba la calle vacía, iluminada por farolas intermitentes, preguntándose qué secretos guardaban esos espejos y qué papel debía jugar él en todo eso.
Su respiración salía en pequeñas nubes de vapor, aunque el apartamento estaba templado. El aire se sentía pesado, como si algo invisible lo vigilara desde cada rincón. Entonces, su teléfono vibró con un zumbido tan abrupto que lo hizo saltar. Lo miró con cautela. Era un mensaje anónimo:
> “El tiempo corre. No todos quieren que conozcas la verdad. Confía en Ana, pero mantente alerta.”
Un escalofrío le recorrió la espalda, lento y helado, subiendo por su columna hasta su nuca. Sus ojos recor