: La grieta que sangra
Ethan
El trueno resonó tan fuerte que sentí cómo la casa temblaba. Ana se estremeció en mis brazos, y supe que no podía dejarla sola esa noche.
Su madre nos miró raro cuando pedí permiso para quedarme, pero no discutió. Quizá vio en mis ojos el miedo que no podía ocultar.
Cuando subimos a su cuarto, el espejo seguía allí, con la grieta brillando como si fuera un corte reciente. Cada vez que nos movíamos, parecía seguirnos con un brillo oscuro, como un ojo que pestañea detrás del cristal.
> “Anabel… Anabel…”
El susurro se escuchó apenas, pero Ana lo oyó. Lo vi en sus ojos cuando se giró a verme, con las lágrimas a punto de caer.
—No quiero volver a escuchar esa voz, Ethan —dijo en un susurro tembloroso.
Me senté junto a ella en la cama, tomando su mano.
—No vas a estar sola, Ana. No importa qué sea esto, lo enfrentaremos juntos.
Ella bajó la mirada, sus hombros tensos, mientras afuera comenzaba a llover con fuerza.
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Ana
Esa noche, no pude dormir.
Cada vez que