Fragmentos de un reflejo
El frío del amanecer se colaba por la ventana entreabierta de mi habitación. No había dormido; cada vez que cerraba los ojos, veía ese reflejo en el cristal, con su sonrisa torcida y sus labios que susurraban palabras que no quería entender.
Ana me había enviado un mensaje esa mañana: “Nos vemos en la biblioteca a primera hora. Hay algo que encontré”.
El corazón me latía con fuerza, una mezcla de miedo y esperanza. La biblioteca del instituto era un lugar antiguo, con estanterías que parecían susurrar secretos en cada rincón. Era el sitio perfecto para encontrar respuestas, o perderse para siempre en las sombras.
Cuando llegué, Ana ya estaba allí, sentada en una mesa apartada, con varios libros abiertos frente a ella. Sus ojos brillaban con una intensidad que no había visto antes.
—Encontré algo —dijo en voz baja, casi temerosa—. Es sobre espejos malditos en la historia de familias antiguas. Y también sobre un nombre: Blackwell.
Fruncí el ceño.
—¿Blackwell?
An