Estaba como loco buscando a Gabriella, pero el idiota de Manuel la escondió muy bien. Ahora lo que me preocupa es su hermana, que lleva una semana marcando a la casa, pero siempre le digo que está ocupada o cosas así. Esto es un maldito martirio. Mi hermosa Gaby sigue secuestrada, y ahora mi pequeña Alana la extraña mucho, no para de llorar.
—Mi niño, la hermana de Gaby está aquí —joder, lo que me faltaba.
—Dile que pase —esta asiente y se va. Tomo todo el aire que tengo para enfrentarme a la fiera de su hermana. Ella entra con cara de pocos amigos y luego, en un rápido movimiento, me toma de la camisa con fuerza.
—¿Dónde está? —grita colérica, mientras yo estoy sorprendido por su actuación. Esta mujer sí que tenía ovarios.
—Oye, cálmate y suéltame.
—Si quieres que te suelte, dime dónde tienes a mi hermana.
—Siéntate y te explicaré las cosas —esta me suelta de mala gana y se sienta con los brazos cruzados, esperando respuesta. La escucho, señor Giordano —me paso la mano por el cuello,