21. Promesa
Lion
Llegamos a la oficina, a pesar de sus constantes intentos por sacarse de mi agarre, me aferro a no soltarla.
Sin importar los pendientes, vamos directo al lugar de los hechos; cierro con seguro la puerta de la oficina y avanzamos hasta la habitación dentro de la misma.
—Oiga, oiga —se jala —no cree que ya es suficiente, me a traído corre y corre desde que salimos del hotel —se queja.
Soba su muñeca y se quita los zapatos de tacon alto, se deja caer en la mecedora junto a la venta y se masajea los pies.
Las medias se corrieron de los talones y se enfada por ello, no levanta la mirada en ningún momento, creo que me equivoqué.
—¿Equivocado? No, eres un... Como se te ocurrió traerla corriendo desde el hotel, dime en que cabeza cabe ¿he? —Krom, bien esta molesto
—No corrimos —me defiendo.
—¿Has visto el tamaño de sus piernas y las tuyas? Por la Diosa, tu mides más de dos metros, ella si a caso llega al metro con sesenta.
Fijo mi vista en sus piernas y mi compañero tiene razones de so