Escucho cómo alguien toca mi puerta, pero lo ignoro por completo. No quiero que nadie me vea en esta situación. Después de tantos años, me vuelvo a sentir muy débil y odio sentirme así.
—Olivia, preciosa, abre la puerta. Sé que estás ahí —Greg hablaba y hablaba hasta que decidí abrir la puerta. Cuando lo vi, no lo dudé: me tiré en sus brazos y comencé a llorar. Al verme tan mal, nos llevó a la oficina y cerró la puerta. Luego nos sentamos en un sillón, y mientras lloraba, él solo besaba mi cabeza y acariciaba mi espalda.
—Tranquila, aquí estoy.
—Greg, me siento tan mal. Durante todo este tiempo intenté ser fuerte, pero hoy no puedo. Siento como si todas las barreras que coloqué a mi alrededor se estuvieran cayendo, y eso me hace sentir débil.
—Preciosa, no está mal sentirse así. Todos, en algún momento, experimentamos eso. Lo importante es saber levantarse y no quedarse lamentándose.
—Odio que ellos estén aquí.
—Si tú quieres, rompo el negocio con ellos.
—Perderías la editorial si lo r