En ese momento, Alejandro apareció en la cocina, impecablemente vestido con un elegante traje que acentuaba su porte de caballero. Su presencia inmediatamente captó la atención de todos.
—Buenos días —dijo con voz firme pero educada, mientras tomaba asiento en la mesa.
Camila, que estaba ayudando a su hermana a acomodarse en su silla, apenas levantó la vista para mirarlo. Alejandro, sin embargo, la observó directamente.
—¿Por qué no me despertaste, amor? —preguntó con una leve sonrisa que parecía buscar provocarla más que mostrar afecto genuino.
Camila parpadeó, sorprendida por su tono, pero mantuvo la compostura.
—No sabía que tenía que hacerlo —respondió con calma, mientras servía un poco de jugo para su hermana.
Alejandro soltó una suave risa, que tenía un toque de ironía.
—Está bien, no te preocupes. Tendremos que coordinarlo mejor la próxima vez.
La madre de Camila, que había estado observando el intercambio en silencio, intervino rápidamente para romper la tensión