El auto se detuvo suavemente frente a un edificio elegante con grandes ventanas y detalles en madera oscura. Sobre la entrada, un letrero discreto y sobrio anunciaba el nombre del lugar: Restaurante Camila . Alejandro apagó el motor y miró hacia el frente, notando que ya había algunos vehículos estacionados, probablemente de los empresarios con los que se reuniría.
Irma, desde el asiento del copiloto, miró el lugar con cierta sorpresa.
—¿Es aquí la reunión? —preguntó mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja.
—Sí —respondió Alejandro, quitándose el cinturón de seguridad con un leve suspiro—. Al parecer, es un sitio bastante reconocido.
Irma lo observó con una sonrisa tenue, recordando el ambiente del restaurante.
—A mí me gustó mucho la atención la vez que vinimos… Todo fue muy agradable.
Alejandro mirando con una sonrisa mientras salía del auto. Caminó hacia el otro lado y abrió la puerta del copiloto con un gesto galante.
—A mí también me gustó. Muy buena atenció