Entre la vida y la muerte
Alejandro sostenía a Camila entre sus brazos, con su mano temblorosa presionando la herida para evitar que siguiera perdiendo sangre. Su rostro estaba empapado en lágrimas y su cuerpo temblaba de desesperación.
—¡No te duermas, Camila! —¡Ábreme los ojos, por favor! —le suplicó, su voz quebrada por el miedo.
Adrien, que conducía a toda velocidad rumbo al hospital, observaba la escena desde el retrovisor con el corazón hecho un nudo. Su puño se cerró con fuerza sobre el volante, incapaz de soportar la imagen de Camila en ese estado.
Camila intentó hablar, su voz apenas un susurro entrecortado:
—Quiero que seas feliz… —dijo con un hilo de voz.
Alejandro sintió que su mundo se derrumbaba. Negó con la cabeza y, con el rostro empapado de lágrimas, le respondió:
—¡No! —Yo seré feliz contigo, ¿me escuchaste? —Su voz se rompió en un sollozo—. Te amo, Camila. Siempre te he amado… Fui un estúpido por no decírtelo antes, pero tú eres la única mujer que me ha hecho enten