Andrés se tomó un vaso de whisky de un solo trago, tratando de asimilar todo lo que Alejandro le había dicho.
—¿Por qué mi abuelo lo permitió? —preguntó con la mirada perdida.
Alejandro bebió un sorbo de su whisky antes de responder con calma:
—Porque habló con Sandra.
Andrés frunció el ceño y lo miró con atención.
—¿Qué dices?
—Que Sandra le confesó que estaba enamorada de ti.
Andrés sintió un leve estremecimiento al escuchar esas palabras.
—¿Sandra… le dijo eso?
Alejandro asintió.
—Por eso mi abuelo no intervino en esa boda. Pensó que, con el tiempo, te darías cuenta de que tienes a una gran mujer a tu lado.
Andrés dejó el vaso sobre la mesa, su mente luchando por procesar aquella revelación.
—No puede ser…
—Incluso me dejó una carta para ti —añadió Alejandro.
Andrés levantó la mirada de golpe.
—¿Una carta? ¿Para mí?
—Así es —confirmó Alejandro, observándolo fijamente—. Una carta de nuestro abuelo.
El corazón de Andrés latió con fuerza. Por un momento, olvidó el resentimiento, olvid