Cuando los Méndez salieron de la sala, sus rostros serios mantuvieron la tensión en el aire. Uno de ellos, el mayor, se aclaró la garganta y dijo con voz firme:
—Pueden entrar.
Adrien y Camila se miraron por un instante antes de volver a la sala. Sus pasos resonaban en el elegante piso de madera mientras se sentaban nuevamente en sus respectivos lugares.
Todos los presentes se miraron unos a otros, como si esperaran que alguien rompiera el silencio. Finalmente, el mayor de los Méndez habló con una sonrisa de satisfacción.
—Después de analizar la propuesta y discutirlo a fondo… hemos decidido que sean ustedes quienes lleven adelante este proyecto.
Camila sintió una oleada de alivio y emoción, pero antes de que pudiera reaccionar, Adrien soltó una risa triunfal y, sin pensarlo, la abrazó con fuerza.
—¡Lo logramos, Valentina! —exclamó con entusiasmo.
Sin darle tiempo a reaccionar, la levantó del suelo con facilidad, girándola en el aire con una risa genuina. Camila abrió los ojos con sor